El Hospital Robert Reid y la maledicencia

Por SANTIAGO CASTRO VENTURA

En cierta ocasión visité el Bronx-Lebanon Hospital Center en la ciudad de New York, y cuando médicos dominicanos me informaron el presupuesto de este centro entendí porqué tanta belleza, hoy que parece existe una agenda bien elaborada para presentar el hospital de niños Robert Reid como una pocilga, ni siquiera mencionaré los ingresos económicos del importante hospital de New York, porque la comparación no resiste el más mínimo análisis.

Lo que sí es necesario insistir es invitar al que desee constatar la realidad del Robert Reid que lo visite, que pueda palpar que allí a diario en masa acude el pueblo sencillo, a pesar de las fastidiosas filas, los apretones, las incomodidades en general, pero en la mayoría de los casos se logran resolver los problemas de salud, sin que les quede una grave dificultad de deuda económica a los familiares de los pacientitos.
¡Ah, es cierto, en ocasiones hay mal olor en el ambiente! Comprendo que algunos entiendan que los pobres son “hediondos”, si usted asiste a la emergencia o la consulta donde se concentran muchas personas, no podemos exigirles a todos que se higienicen antes de penetrar al hospital.

Tengo treinta años como médico del centro, primero en urgencias y ahora en la consulta, y no niego que en ocasiones he capturado algún olor no adecuado por “contaminación” por el contacto con un pacientito o su familiar que no tiene agua potable en su casa, ni con qué comprar un desodorante. Allá estamos inmunizados frente a estos casos. El inolvidable maestro Teófilo Gautier nos enseñó que por encima de todo lo primordial es el paciente.
En la mayoría de los centros hospitalarios públicos o privados a un paciente candidato a una transfusión sanguínea se les solicita a los familiares un donante, la sangre no es un medicamento que se puede comprar en botica. La sangre salva vidas, pero tiene sus bemoles, se deben obtener donadores jóvenes y sanos, además hay elementos de la sangre como el plasma que en muchas ocasiones se necesita fresco para una actuación eficaz, y por lo tanto el almacenamiento de sangre como sacos de azúcar tampoco soluciona el caso.

Es más difícil en centros como el nuestro, donde se manejan enormes volúmenes de transfusión, este procedimiento en el hospital es cosa corriente, allí es que usted puede constatar que en el país estamos repletos de pacientes que requieren transfusiones, en casos de: falcemia, hiperbilurrubinemia, hemofilia, anemias, sepsis, coagulación intravascular, leucemia, púrpura trombocitopénica, entre otros. El hospital tiene un personal de banco de sangre que labora durante las 24 horas del día, el grave problema es la exigua afluencia de donantes.

Yo recuerdo en mis tiempos de médico residente recibíamos de modo frecuente todos los aspirantes a ser policías como donantes, ya esto no se produce porque la policía tiene su propio hospital y obviamente derivan los donantes hacia su centro. Por lo tanto, si no hay sangre se hacen todas las diligencias necesarias, en primer lugar con los familiares de los pacientes, lo principal es salvar la vida que está en peligro. El Robert Reid no es culpable de que no exista una cultura de donar sangre en el país.
Reitero que a nuestro hospital acuden pacientes de otros centros para requerir estudios de laboratorios y de imágenes, porque son gratuitos, de ahí la alta demanda, claro que esta sobredemanda produce averías en los equipos. ¿Acaso se olvida que el Robert Reid no es de los centros que reciben 25 millones de pesos mensuales? Lo esencial es salvar la vida humana, sería muy enojoso que en aras de negar que un momento se solicitan exámenes extra hospitalarios por sobre uso de equipos, dejáramos morir un paciente, eso sí sería dañino.
Vuelvo a preguntarme: ¿Preocupa que el hospital este generando recursos, que sirven para reinvertirse y ofrecer cada día una mejor cobertura?

El Hospital Robert Reid no es un centro opulento, quizás por eso nos tiran piedras, definitivamente no podemos defendernos con otros medios, muy comunes en nuestra sociedad. Pero en realidad lo que molesta es que sus servicios compiten con hospitales que perciben grandes entradas, mientras el nuestro solo recibe 4 míseros millones mensuales. Si recibiéramos 25 millones mensuales, quizás nos sobraría dinero para perfumar los pasillos con el mejor aroma de Cartier o de Paco Rabanne y engalanar las salas con sabanas hermosas y desechables de Louis Vuitton. Hoy estoy convencido que tenía sobradas razones el escritor estaunidense Joe Brainard, cuando sentenció: “No odies al pecador sino al pecador”.

 

Fuente: Periódico Hoy

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